En aquellos pinares tenían los padres de Jaime una casa de campo que hoy está en ruinas. Yo mil veces he sentido la crueldad de la vida por haber nacido de padres humildes y por tener que trabajar. En la adolescencia mi punto de mira eran los veraneantes que, como Jaime, llegaban al pueblo y se hacían dueños de los lugares que eran míos.
En aquellos lugares, en aquellas escuelas, aprendí que la vida es solo una y que hay que darlo todo por ella. Podemos perdernos en el tiempo, en soledad, para alimentar nuestro espíritu arrinconado en el vértigo de las ciudades, viviendo en el vacío terrible al que llegamos casi sin darnos cuenta o abandonarnos al sentir la muerte próxima; pero quienes se van nunca nos legaron la tristeza para cantarla sino para hacer de ese instante sagrado una música que perviva más allá de los muertos. Por eso, como los enamorados encienden las calles besándose al alba y resplandecen las aceras, tenemos de quienes nos han precedido en el viaje último, secreto y misterioso hasta el fin, su Memoria.
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http://lecturassumergidas.com/2016/02/29/cuanto-se-de-jaime-gil-de-biedma-de-su-pueblo-y-del-mio/
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