martes, 28 de julio de 2015

CONTANDO LOS DIAS CON LUZMARÍA JIMÉNEZ FARO



Si cuento los días pasados que he tenido la oportunidad de compartir con esta excelente mujer, editora, ensayista y poeta, es para recordarme en la felicidad de aquellos tiempos, y no perderme en la tristeza al saber que no la volveré a ver.






No te quedes en casa y si te quedas en casa enciende la TV el ordenador o haz que te llegue la prensa. Lo que es inadmisible es que te digas poeta y no estés a la orden del día, y te encuentres encerrado entre cuatro paredes. No es bueno para ti, ni bastante bueno para nadie. El día 12 de marzo, hace la friolera de 4 meses y medio que ha fallecido Luzmaria Jiménez Alfaro.    

Y yo me entero ahora mismo a través de un correo electrónico que me envían desde la Fundación Centro de Poesía José Hierro, avisándome de la presentación de la Revista Nayagua.




Tuve la suerte de conocer a Luzmaría, en la Feria del libro del año 1996 si mal no recuerdo. Fui a la Feria por primera vez acompañando a un ilustre poeta. El hispanista ruso Pavel Grushko que firmaba el libro de poemas El Jardín Abandonado.
 Él fue quién me presentó a Luzmaría Alfaro y a Antonio Porpetta, dos poetas, un matrimonio, que casi siempre se los encontraba juntos. Recuerdo ese día con una gran claridad. Con Antonio hablamos de Guatemala, y de una entrevista que le había hecho Luis Aceituno. De los amigos, Porpetta me citó a Margarita Carreras, y yo a Max Araujo y Humberto Akabal.  Además recuerdo que llevaba la mano vendada porque se la había dislocado. De Luzmaría recuerdo su sonrisa perenne, sus preguntas afectivas, su grata conversación, cercana siempre, y como broche de oro me regaló la Cassette Territorio del fuego, “un libro de poesía “de Antonio Porpetta con su voz.

La siguiente vez que la vi, fue en su casa madrileña , al recoger un buen paquete de ejemplares de poesía en ruso y español del señor Grushko traducidos por el poeta cordobés Carlos Clementson . Prevaleció o mejor dicho me llevé lo mismo que siempre me ha dejado Luzmaría, una sonrisa siempre en camino y unas ganas de vivir que era imposible que no te contagiaran.
La tercera vez fue en la Sala de Juntas del C. B. A. cuando el genial Pavel Grushko junto a la Actriz María Gador , y el escritor y traductor Víctor Andresco,   homenajeamos al padre de la literatura rusa , el romántico decembrista Alexander Pushkin , en una de las veladas más emotivas de las que yo he podido participar, y no por nada propio si no por la sencilla razón de que las lágrimas que caían de muchos ojos era por la clase magistral de Pavel junto a la profunda admiración por su “maestro”.   




La cuarta vez  fue en una charla sobre Gloria Fuertes, que impartía ella como amiga y albacea de la gran poeta de los niños, los mayores y no lo olviden, también de los surrealistas. Fue en el Centro Cultural Maestro Alonso y también contó con la colabora-ción en la mesa de los ponentes de la Poeta Soledad Escassi. Por aquel entonces SOL-EDAD , dirigía el grupo de poesía del Círculo de Bellas Artes , y su Revista Contrapartida.


Yo diría que se me hace muy corto este recorrido. Que habría muchos otros días, pero solo recuerdo la última vez. Fue el año pasado en el Café Libertad 8, cuando Antonio Porpetta junto a otros poetas como Raquel Lanseros ofrecieron una tarde plena de poesía. Al despedirnos quedamos en vernos pronto, y escribirnos más. Tanto Luzmaría como Antonio me repitieron “ Déjate ver más Chema” ”No te vuelvas a perder” .
Y Luzmaria ya nunca sabrá que ahora ando perdido. Pero perdido de amor. Y como no necesito casi nada , más que lo que a diario la vida me ofrece , que es mucho y como mi chica me dice en los momentos menos afortunados para que vuelva a la cordura , “ la vida es generosa con nosotros, no lo olvides , y atrévete a vivir. ”  

Y en esas estoy, ahora brindando por la vida con Luzmaría y el ángel de la muerte, y ustedes comprenderán al leer uno de sus poemas con el que les dejo.   




Usted y yo tenemos una cita. 

Sé que jamás se retrasó en la hora.
Tal vez pueda darme algo de tiempo
para mirar mi vida.
¿Podré volver la vista hasta mi patio?
Allí la madreselva era alegría,
su aroma resbalaba por los sueños
de mi sangre crecida.
Será muy puntual. Siempre lo ha sido.
Usted perdonará si me entretengo
y acaricio mis libros con ternura:
comprenda usted ¡son tantas horas juntos!
que así, partir, tan fríamente,
no me parece bien. Se quedan solos…
Quiero que sepa que sé que ha de venir
para llevarme con usted,
y créame si digo que estoy lista.
He tratado de aprovechar mi tiempo:
Amar. Vivir. Vivir y amar.
No puede imaginarse el equipaje
que llevo en la memoria…
Usted ¡qué culpa tiene!
Sólo es usted el ángel de la muerte,
y usted y yo tenemos una cita.

(Del libro Amados ángeles).

                               




















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