Hacerlo público por entonces me parecía una indiscreción, o acaso solo era un acto de
egoísmo, no lo sé… La cuestión es que el poemario que estoy escribiendo no
termina de cerrarse y eso que está
acabado. ¿Os ha pasado esto a vosotros esto alguna vez?
Mi relación con mi padre no fue fácil. Entre otras cosas, la
principal diría yo, que él era un hombre sencillo, amante de lo conocido: los
pinares donde trabajaba, el pueblo donde
vivía, su mujer y sus hijos.
Mientras su progenitor,
ósea yo, quería lo que no tenía: hacer deporte en las escuelas en vez de ir a
los pinares, recorrer el mundo que veía
en la televisión, acostarse con todas las
chicas de las que se enamoraba, incluso
de las mujeres que salían en las novelitas de Corin Tellado (que se dejaba
olvidadas su tía y que a mi madre nunca se le ocurrió leer).
Hoy hace un año que murió mi padre. Fue un año difícil. La
leucemia se lo llevó y el Alzheimer le
cambió la última parte de su vida. Su enfermedad nos acercó, como antes nos podía acercar el
bautizo de sus nietas, la cena de Nochebuena o una de las operaciones de
nuestra madre. Los últimos meses fueron contradictorios. Cada día se iba
haciendo más fuerte el dolor, se sabía más cerca la muerte, pero también era
una alegría. Era sabernos cerca el uno del otro. “El hombre más serio del mundo
“como un amigo lo definió, era más alegre con su hijo y yo con él.
Por entonces solo pude escribir cosas como “La vida es un circo
donde tu padre se está muriendo...” y el mío se fue no hace mucho. No es
agradable el vivir cerca de circos sin payasos que nos puedan dar la vuelta a
las tragedias”
Hoy solo puedo decir: Adiós padre, gracias por haberme dado las
claves para no perderme en la vida cuando tantas veces caminé sobre los
abismos.
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