viernes, 7 de septiembre de 2012

VIAJE DE REGRESO A SALVAMOR


 
 
Conozco un lugar donde el corazón
se queda quieto
entre el asombro y la ternura de los días.
La Puerta del Diablo se abre
en la profundidad de los valles,
y Panchimalco el viejo náhuatl
sonríe ante la velocidad del progreso
que viene de lejos sin medida ni saber.
Conozco un lugar donde el corazón nunca se queda quieto
y “Los Cuentos de Barro”
son principio de todas las escrituras.
La Joya de Cerén se descubre de siglos
levantando las horas de pupilas y acentos.
Porque las piedras hablan
nos quedamos en silencio:
Contemplándonos.
Conozco un lugar donde el corazón no se queda.
El mapa azul de las venas
y el reloj de los sueños 
son  la bandera que arde en los ojos.
Las notas de una fuga cantan a dos cuerpos
pero solo la luna acompaña nuestros pasos.
Conozco un lugar que tú has abierto en el corazón.
Atlánticos besos fueron,
sobre un volcán enterrado donde florece la vida.
En los bosques húmedos de salvajes orquídeas
queda un rastro de alas veloces
entre los fascinados ojos del amor
y las frentes envueltas en su rocío de niebla.
Conozco un lugar donde el corazón
Desaparece sin fronteras:
Océanos sin distancia ni visado.
Un nombre tiene para los Soñagundos
y El Principito sabe de su Consuelo.
El rostro de la mujer dormida
se aparece al ojo humano,
prendido de la piedra se vacía
en un viaje que recorre los pasados.
La subyugada pupila en femenino labio,
baja de las cumbres y se sumerge
en las aguas de Suchitoto;
donde queda la vieja ciudad abandonada
en las fértiles nadas del olvido.
 
Conozco un lugar que a golpe de corazón
el misterio se levanta un día
y despeja el horizonte de enigmas.
Allí donde no llegan las maras
con su capital de odio y pólvora,
queda el pulso de una mano
como página que memoria la luz del Salvador.